Un avión cargado de 222 personas, provenientes de Nicaragua, aterriza en Washington. El Gobierno de los Estados Unidos, dice que les dará un estatuto temporal de permanencia. El Poder Judicial de Nicaragua ha decidido deportarlos. Han perdido sus derechos ciudadanos. Conozco a varios de los nombres, personalmente creo que a dos, que yo recuerde.
El Comandante Ortega, Daniel, informa que no hubo ninguna negociación, salvo la que, me imagino, para que el avión aterrice en la capital yanqui. Doscientos veintidós nicas en un avión aterrizando en la capital de los EEUU, hubieran puesto a temblarle las canillas, a más de uno, si no hubiera un aviso previo de que se trataban de amigos del Imperio.
Por supuesto la prensa sumisa levantó el grito al cielo condenando la deportación. Presentándola como un acto de violencia y todo el coro de lamentaciones que conocemos. España ofrece la nacionalidad condenando a la rebelde Dirección Sandinista; la Unión Europea se rasga las vestiduras con lamentos de plañideras. Tal vez los preferían presos con largas condenas para poder reclamar por los “pesos políticos” en todo foro que se presente.
Por mi parte quiero escribir estas líneas para compartirlas con compañeras y compañeros que preguntan. No tengo ninguna información, más que la leída en los medios de comunicación, sandinistas y enemigos.
En primer lugar creo que es un acto humanitario muy grande. Salir de la cárcel para ir al exilio debe haber sido de gran alegría para todos ellos y ellas. Por muy duro que sea el exilio, es mucho mejor que la cárcel. Solamente los que han pasado por ella, pueden dar fe de eso. A muchos se le cumple el sueño de poder vivir en los EEUU, y con visa, o tal vez incluso en Europa. Otros simplemente regresan a su país de ensueño y finalmente habrá unos pocos que se dirán maltratados por el Gobierno Sandinista y seguirán en su lucha, en defensa del neoliberalismo. Todes claman piedad y reparación y lanzan denuestos e insultos contra el gobierno de Nicaragua. Es lógico, es su momento de figurar en los medios de comunicación del Imperio.
Hace 44 años, en los primeros días al triunfo de la Revolución, otorgó, en un acto de gran generosidad, la libertad a más de 1200 guardias somocistas, expulsándolos por carretera hasta Honduras. La gran mayoría de ellos se enrolaron en la Contra, allí mismo en Honduras, y bajo dirección directa de la CIA, participaron en la guerra imperialista contra la Revolución Popular Sandinista. Con la sabiduría que los caracteriza, la Dirección del FSLN, habrán sopesado muy bien este hecho, antes de deportar, con gran generosidad, esos 222. No lo dudamos.
No voy a caer en estúpidas comparaciones con los gobiernos del Perú de hoy, que arresta y asesina impunemente a manifestantes, en su enorme mayoría pacíficos caminantes, eso sí protestantes. Ni quiero recordar los 30 mil desaparecides, torturades y asesinades de la Argentina, o los miles del Chile de Pinochet.
Entre los deportados nicaragüenses hay quienes participaron en las acciones armadas y asesinatos, en la intentona golpista, en 2018, contra la población civil y contra la Policía Nacional. Los ex sandinistas pueden darse por bien servidos, con esta deportación, ya que, desde que estuvieron sentadas y sentados al lado de, Ileana Ros-Lehtinen, Marcos Rubio, y otras perlas de la gusanera cubana, habían decidido la alianza con el Imperio. Hoy poco tienen que lamentar, pues se encontrarán como en casa o en casa.
La decisión del Poder Judicial y del Gobierno ha sido generosa y humanitaria. Los deportados, supongo que irán peleándose entre sí, desgranándose como mazorca de maíz podrido y no significarán ningún peligro para Nicaragua. Unos tendrán una vida cómoda y confortable unos pocos querrán seguir en la política. La mayoría sufrirá el vivir como migrante, en la realidad del duro capitalismo.
Nicaragua soberana optó por largarlos del país, en un nuevo acto de generosidad sandinista. El Gobierno confía plenamente en el pueblo y se puede dar el lujo de soportar las andanadas de injurias que lanzarán estos y los otros enemigos desde fuera.
Como dice el Comandante Daniel Ortega:
“La dignidad de la Patria no se negocia”.
Y así es. No hubo negociación. Lo que sí hubo fue un acto más en defensa de la Soberanía y en defensa de la Patria, la Pequeña y la Grande.
La otra cara de la medalla, el Perú de Dina Boluarte
La policía, la Dirección Contra el Terrorismo, anda allanando casas de personas que con pruebas o no fueron condenadas a prisión bajo la ley antiterrorista del Estado Peruano. Ley terrorífica sin duda. No solo allana casas sino que los lleva detenidos, sin cargos, sin acusaciones verdaderas o falsas por lo tanto, sin saber cuándo volverán a salir de la cárcel. Hablo de mujeres y hombres que han pasado décadas y lustros en las prisiones peruanas. Ni siquiera fueron capturados en una marcha manifestándose o respondiendo con una pedrada a las balas policiales. Les sacaron de sus casas, directo a prisión, luego de los maltratos, vejaciones y golpes propios de estos guardias.
Cuarenta y ocho peruanos y peruanas asesinados, comprobadamente por proyectiles de arma de fuego. Más de 1000 heridos y contusos (entre ellos varios policías, es cierto). El número total de detenidos que permanecen en prisión, aún no ha sido revelado por el poder Judicial. El delito manifestarse contra la dictadura cívico militar de Dina Boluarte y del Señor Otárola. Y en todo ello no se oye la condena del gobierno español, ni la de la Unión Europea y mucho menos del gobierno de los Estados Unidos. Claro, cómo iba a protestar si es quien asesora en la represión.
El Perú pasa por un proceso de rebelión donde los pobres de la ciudad y el campo y las naciones originarias, han decidido sublevarse en busca de tres objetivos democráticos: la salida de Dina Boluarte y su gabinete, el adelanto de elecciones y la consulta popular para ver si se aprueba la realización de una Asamblea Constituyente. Tres reclamos legítimos y legales. Tres reclamos en busca de fortalecer la democracia.
La alianza represiva, que defiende los intereses transnacionales y nacionales del gran capital, responde con plomo y brutalidad policial a estas demandas de soberanía del 79% del pueblo peruano. En este punto nos encontramos hoy. Un poder ejecutivo repudiado, un Congreso despreciable, ambos en acuerdo para quedarse hasta 2026. Un poder Judicial, con una fiscalía cómplice y parte de esa junta represiva. Así estamos.
El mundo gobernado por las lumpenoligarquías reunidas en Davos, condenan la deportación realizada por el gobierno de Nicaragua y aplauden los crímenes del gobierno de Dina Boluarte. Así estamos, contra ello debemos batallar en defensa de la democracia popular, de la Soberanía, de la Patria y de Nuestramérica.