Un gran objetivo inmediato de la política exterior de Trump y del Gobierno de los EEUU, es la destrucción del Estado de Derecho a nivel mundial. Lo he escrito multiplicidad de veces y parece absurdo o paranoico, pero es parte de la estrategia de dominio universal. Irritados por los límites mínimos que logran imponer las leyes de control de comercio, armas nucleares, tratados de paz y desarme y otros, los poderes imperiales pasan a una ofensiva desmedida contra todo aquello que se permita atarles las manos o al menos intentarlo.
Cuando se abrió la puerta de la Embajada en Londres y los policías entraron a recibir a Julian Assange, de manos de funcionarios ecuatorianos, se iniciaba uno de los más tristes y trágicos episodios del Derecho al Asilo y de los más terribles sucesos en contra del Derecho Internacional y de la Libertad de Prensa, inscrito en esa política mencionada.
Todo se puede disfrazar como se quiera. Sobre cualquier cosa se puede mentir, inventar, distorsionar, falsear. Dos mujeres lo acusaron de violación en Suecia, luego resultó que era falso. Assange es torturado, secuestrado, impedido de ver a sus abogados, insultado, tratado de loco, hasta lograr que su figura quede cuestionada en la mente las mayorías. Todo ello es inventado, lo que no se puede disimular ni inventar es que, la política exterior de los Estados Unidos se ha impuesto sobre la dignidad y la soberanía de las Cancillerías de lo que fue el triste e inútil mal llamado Grupo de Lima, insultando a la capital del Perú.
Wikileaks bajo la dirección de Julian Assange, puso sobre el tapete datos valiosísimos recogidos de diversos informantes, que fueron publicados por periódicos de dimensión mundial como The Guardian, Der Spiegel o el New York Times, además de otros periódicos a nivel planetario, entre ellos El Telégrafo de Guayaquil. Miles de cables circularon a partir de ello y evidenciaron la brutalidad de las formas estadounidenses de ejecutar las guerras, las torturas y la insolencia de sus embajadores y embajadoras en relación a sus “aliados”.
Hoy Assange está siendo juzgado en Londres y corre el riesgo de ser deportado a los Estados Unidos, donde puede ser condenado a prisión de por vida, ejecutado, o asesinado en alguna cárcel de ese país.
La libertad de Assange no es un tema ajeno a ningún ser humano que se precie de honesto y de demócrata. La libertad de Assange tiene que ver con el futuro de nuestros hijos, nietos y el futuro de la Libertad de Prensa de la Humanidad entera. La violación del Derecho de Asilo y la entrega de Assange es uno de los peores actos que nos pueden haber ocurrido. Así como fue un acto de gran coraje de la Cancillería de la Revolución Ciudadana y de Rafael Correa de otorgar el asilo, fue un acto de gran irresponsabilidad su entrega al Reino Unido, fortaleciendo al fascismo y violando el Estado de Derecho a nivel Mundial.
Todos pagaremos por ello y sobre todo lo pagaremos perdiendo el derecho a opinar, el derecho a la libertad como bien supremo de las sociedades que queremos construir, el derecho a enfrentarnos a los grandes poderes.
Ya lo estamos pagando en Bolivia, Brasil o Ecuador donde se proscribe a un partido político y se proscriben a sus posibles dirigentes futuros. Se proscribe la opinión de los jóvenes, ya ni siquiera necesitan las fake news o el lawfare. Simplemente “no me gusta lo que piensa ni su posible programa de gobierno y por lo tanto no quiero que sea candidato”. Así se resume la democracia de los poderosos.
Julian Assange, libertad o muerte de la democracia y del futuro que queremos para la humanidad, así de grave es la cosa. Toda acción por la libertad de Assange es por la vida y por el futuro. Los periodistas, las periodistas, les seres humanos que no entiendan esto, o que no lo quieran ver o peor aún, que estén al lado de sus verdugues, están condenando a la humanidad al más oscuro fascismo y persecución que nos podamos imaginar. Parece exagerado, pero hacia eso caminamos.