Yldefonso Finol

Autor: Yldefonso Finol

Los civilizados civilizadores quieren civilizarnos; quieren aislarnos, empequeñecernos, tutelarnos. En el combo civilizatorio entran los que se dejaron domesticar: ya saben hacer nudos de corbatas y posar para fotos en las cumbres.

Como zombis salidos de fosas comunes del Ku Klux Klan, algunos ahorcados desatan con escrupulosa habilidad los nudos de la cuerda de sus cuellos, desandan una historia empantanada y se abrazan al desalmado de túnica y capucha blanca.

Hay almas cansadas de buscar la redención que optan por recostarse al hombro de los verdugos.

El humano sigue en guerra consigo mismo. No han faltado los que irrumpen en la anatomía del otro con el garrote como única forma de lenguaje. Y la guerra es un monstruo mutante capaz de camuflarse en la primavera, en los crepúsculos, en el horizonte, y hacer del lenguaje un garrote imperceptible que tritura la existencia hasta doblegar las generaciones que le sobrevivan.

La esclavitud, el coloniaje, el vasallaje, el capitalismo bestial hecho fascismo, nazismo, sionismo, imperialismo, están en cada titular de prensa, televisión y redes delictuales, y cada intromisión de gobiernos mafiosos contra la verdad de un pueblo.

Estoy pensando en mi país, Venezuela, y en las fuerzas cínicas y desvergonzadas que nos acechan. Todas las maledicencias contra Venezuela son preámbulo y justificación de las agresiones. Ya hemos resistido duras pruebas. Perseverar es vencer.

II
Imposible no pensar en El Libertador en esta hora de arremetidas de la canalla.

Estaba aislado Bolívar en Kingston. Lo habían despreciado sus compañeros que mandaban en Cartagena. No apoyaron su plan de entrar por Maracaibo a liberar Venezuela. Él venía de retomar la escindida Cundinamarca (Bogotá) para la Unión Neogranadina, con la parte del ejército que salvó Rafael Urdaneta tras la debacle de la Segunda República.

Allí estaba El Libertador sin dinero para pagar el hospedaje. Su anterior ayudante, el “Negro Pío”, intentó asesinarlo por un puñado de monedas que le dieron los espías realistas. El recién llegado jefe español Pablo Morillo hizo añicos las defensas de Cartagena, reconquistó Nueva Granada, ejecutó cientos de personas sin juicio, muchos notables fueron matados a sablazos en las calles de Bogotá.

El “Negro Pío” apuñaló varias veces el cuerpo en la hamaca donde se suponía dormiría Bolívar, pero fue otro quien murió esa noche decembrina de 1815.

En septiembre El Libertador había escrito una de sus obras maestras: la Carta de Jamaica. Los últimos días de ese año los pasó en Haití. De isla en isla, pero nunca aislado. Bolívar pasaba uno de sus periodos más dramáticos. El auxilio de Petion cambió el curso de la historia: las expediciones de Los Cayos y Jacmel colocaron a Simón Bolívar en la jefatura del movimiento que liberó a Venezuela, Nueva Granada, Quito (la Colombia original), Perú y Bolivia.

El secreto de la victoria es la perseverancia.

III
No nos perdonan ser bolivarianos; los enemigos porque les urge vernos serviles para valerse de nuestros bienes y talentos, los que se decían ser “amigos”, porque ya claudicaron y no toleran nuestra resistencia; nuestra rebeldía les recuerda su traición a los ideales.

Porque ser bolivariano es esencialmente ser antiimperialista. Imposible llamarse bolivariano sin saber dos máximas incuestionables:
Primera. Los conceptos publicados en La Gaceta de Caracas en diciembre de 1813: “La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas partes del mundo deberían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a esto el equilibrio del Universo y él debe entrar en los cálculos de la política americana”.

Segunda. Aquella carta del 5 de agosto en Guayaquil, cuando nos legó la más exacta predicción antiimperialista de la que los gringos no se pueden evadir por los siglos de la historia, constatada en cada zarpazo contra nuestros pueblos: “…y qué no harán los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.

Saber estas verdades es lo que no nos perdonan los imperialistas y sus peones.

Mientras más nos traten de aislar y agredir, más radicalmente bolivarianos seremos.

Y venceremos.

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